Trabajador, hegemonía y autoempleo

Por: Raúl Rosales León
Una de las cosas que me llamó la atención en el artículo de Carlos Mejía titulado “Emprendedores, empresarios y trabajadores” fue el uso de la palabra “etiqueta”. En cierta manera resulta irónico que mencionado analista en temas sindicales y políticos se haya autoconstruido discursivamente como un etiquetador de conceptos. Aquello que no le parece idóneo a su imagen y semejanza conceptual es pura etiqueta. Otra cosa que también me llamó la atención fue su concepto de autoempleado.

Si bien Carlos crítica el concepto emprendedor (planteado por Nano Guerra García) con un conjunto de argumentos, él deja mucho que desear cuando cuestiona el término autoempleado, el cual yo había propuesto desde el enfoque del sindicalismo sociopolítico. Entonces, esperaba una sustentación analítica, pero simplemente Carlos lo sello con una etiqueta y no le pareció acertado lo de “sociopolítico”. La pregunta es ¿por qué? Algo que sigue pendiente por responder.

Ahora comentaré la definición exacta del concepto “autoempleo” propuesto por Carlos para seguir abriendo las puertas del debate y la reflexión sobre un problema que aqueja a millones de trabajadores en el Perú. Y de esta manera establecer un escenario de dialogo para la elaboración programática de propuestas de inclusión social de los trabajadores en el país. Sería importante la participación de Carlos para ampliar el debate en el espacio público con los actores sociolaborales involucrados.

En primer lugar Carlos utiliza en su artículo un conjunto significantes para hablar sobre el emprendedor como autoempleo - trabajador independiente - micro y pymes. Todo junto y revuelto con sustento estadístico. Llega a la conclusión que el autoempleado es la base social del emprendedor y luego define exactamente al autoempleo con la categoría de “empleo precario”. Es decir, un trabajador que tiene jornadas de trabajos extensos e intensivos, ingresos irregulares, ausencia de cobertura de salud, ausencia de pensiones, ausencia de vacaciones, descanso médico, gratificaciones, CTS.

Si la definición de autoempleo descrito en el párrafo anterior es la línea correcta conceptual, entonces nos encontramos ante una “relación hegemónica”. Según el argentino Ernesto Laclau, la “hegemonía” viene a ser la construcción política producida cuando un particular representa a un universo inconmensurable. Es decir, la demanda de un sector social que logra representar los intereses de la totalidad social, la cual se encuentra constituida por una cadena de demandas particulares. En el momento que una demanda particular representa el universo social de las otras demandas se produce una “relación hegemónica”.

En esta lógica, vemos claramente como Carlos elabora una construcción hegemónica sobre el “trabajador”, el cual debe tener una identidad política con la capacidad de reunir a los pobres de la ciudad. Una identidad de trabajador que represente la totalidad de todos los trabajadores, es decir, un significante hegemónico que unifique la cadena de demandas particulares en el movimiento sindical. Y como la identidad, en términos antropológicos, se construye y define como negación del otro, entonces, Carlos terminó su artículo señalando que no existe emprendedor, sino “una minoría empresarial muy poderosa que explota sistemáticamente a una masa inmensa de asalariados y autoempleados empobrecidos”.

Si para Carlos el autoempleado es la base social del emprendedor y éste último no existe por ser una etiqueta discursiva, la pregunta que planteo es la siguiente: ¿Cuál es la identidad de trabajador con empleo precario que orienta Carlos para representar universo inconmensurable del autoempleo? La respuesta es el trabajador asalariado, obrero y/o proletariado. Es decir, el trabajador homogéneo de clase que representa las demandas particulares de los autoempleados empobrecidos. Esto se comprueba a través del análisis crítico del discursivo sobre la definición exacta de autoempleo: empleo precario.

El autor discursivamente universaliza la demanda particular del trabajador asalariado a través de la categoría “empleo precario” como un significante hegemónico que procura representar la inconmensurabilidad de todos los trabajadores pobres en la ciudad: los ejemplos que Carlos propone son un taxista, un vendedor de emoliente y un datero de combi. Pero lo que Carlos no menciona es que la categoría de “trabajo precario” también incluye al universo de trabajadores asalariados cuyos derechos laborales son vulnerados por los empleadores. Es decir, el “trabajo precario” no es una categoría exclusiva de los autoempleados.

Si Carlos hiciera una bajada a bases o trabajo de campo en el sector de trabajadores autoempleados del cercado de Lima, escucharía una serie problemas que no figuran en su artículo. Como los constantes desalojos a los comerciantes ambulantes y decomisos de las mercaderías. Los autoempleados enunciarían que son victimas de la violencia física y psicológica por el abuso de autoridad del personal de serenazgo. Lo cual comprueba la ausencia de diálogo social y la arbitrariedad de las autoridades locales. Los autoempleados señalarían que son víctimas de robos y la extorsión por ausencia de seguridad, como por ejemplo el Damero de Gamarra en el Distrito de La Victoria (y otros distritos) en donde miles de trabajadores no tienen seguridad para trabajar en las calles (irónicamente el serenazgo sólo desaloja ambulantes y decomisa mercaderías). Otro problema que oiría Carlos es sobre el fenómeno de los mega mercados (Metro, Totus, Wong, Santa Isabel, Ripley, Saga Falabella, etc) que afecta la venta de miles de los trabajadores del comercio popular de Lima metropolitana.

Sería difícil que Carlos escuche en su bajada a bases que los trabajadores autoempleados exijan como demanda el pago de CTS (Compensación por Tiempo de Servicios) porque es un derecho laboral que corresponde a los trabajadores asalariados del sector privado y público. También sería incomprensible que las organizaciones de trabajadores autoempleados tenga como agenda de lucha política el tema de la “jornada laboral” porque éste es el tiempo que cada trabajador dedica a la ejecución del trabajo a un empleador. Lo mismo se puede decir con la ausencia de vacaciones, descanso médico y las gratificaciones. A mi parecer Carlos debe comprender que los autoempleados no tienen empleadores y tienen otras prioridades en su agenda política. Como el cumplimiento de la vigente Ordenanza Municipal N° 002–85–MLM que constituye instancias de diálogo social (Comisión Técnica Mixta) entre la autoridad local y los trabajadores autoempleados. Creo que si Carlos participara en el programa “Vidas Extremas” como trabajador autoempleado tendría empatía con las demandas sociopolíticas de mencionado sector laboral.

En la deconstrucción del concepto (exacto) de autoempleado como “empleo precario” notamos que Carlos estructura discursivamente los problemas de los trabajadores asalariados como temas prioritarios de los trabajadores autoempleados. De esta manera ventrílocua la particularidad de los asalariados logra representar la supuesta totalidad de problemas de los autoempleados empobrecidos. Es necesario señalar que la articulación hegemónica del concepto autoempleo tiene como base el paradigma del sindicalismo clasista en donde existe un sólido sujeto trabajador: el proletariado. No puede existir el trabajador proletariado sin la explotación del empleador capitalista.

Pero este tipo de sindicalismo tiene limitaciones con los autoempleados quienes no tienen empleadores explotadores. Esto se nota en el artículo de Carlos quien no logró simbolizar los problemas particulares del sector de trabajadores autoempleados. Por esta razón, él dedica en varios párrafos de su artículo a mostrar los problemas de los asalariados en el sector de micro y Pymes. Si bien ambos tipos de trabajadores (asalariado y autoempleado) comparten problemas comunes como ausencia de pensiones y aseguramiento universal en salud es necesario separar la paja del trigo. Juntos pero no revueltos. Es menester establecer límites problemáticos y programáticos entre los diferentes tipos de trabajadores porque a río revuelto ganancia de pescadores asalariados.

En cambio el “sindicalismo sociopolítico” si asume integralmente el problema de los trabajadores autoempleados y otros sectores sociales. Según Luis A. Anderson la práctica de un sindicalismo sociopolítico constituye una nueva estrategia para el movimiento sindical porque plantea una alianza con otros tipos de trabajadores, sectores sociales-populares y movimientos políticos. Es decir, el discurso del sindicalismo sociopolítico va más allá de las fábricas y empresas (relación trabajador-empleador) para incorporar a otros tipos de trabajadores. Y según Julio Godio este nuevo tipo de sindicalismo debe adecuar la estructura orgánica y programática con el objetivo de incluir a los millones de trabajadoras y trabajadores en sus distintas categorías.

La CUT PERÚ ha asumido el sindicalismo sociopolítico para incluir a los millones de trabajadores asalariados y, sobre todo, autoempleados que sufren el déficit de trabajo decente en el país. Por esta razón, relaciono en mi artículo la problemática del trabajador autoempleado con el enfoque del sindicalismo sociopolítico: el autoempleado es un actor laboral que surge por la ausencia de trabajo asalariado causado por las débiles políticas del Estado que no fomentan ni promocionan trabajo decente y por los altos índices de desempleo que empobrece a amplios sectores de la sociedad. En este escenario, donde libre mercado amplia las brechas y desigualdades sociales, los hombres y mujeres excluidos del trabajo asalariado se ven con la necesidad de desarrollar una serie de actividades económicas que les permitan cubrir sus necesidades básicas de sobrevivencia. Una de ellas es el autoempleo.

No se puede definir al autoempleo por los efectos prácticos como “empleo precario” porque, como he comprobado, se universaliza la demanda de un sector particular de trabajadores. La propuesta de Ley General del Trabajo es un claro ejemplo de articulación hegemónica de un sólo tipo de trabajador: el asalariado. En la ley se considera como trabajador a la persona natural que voluntariamente presta servicios a un empleador. Mientras que millones de trabajadores autoempleados se encuentran ausentes en la propuesta de ley.

Todavía existen posibilidades de replantear la propuesta de ley. El viernes 22 de Octubre se llevará a cabo La Audiencia Pública sobre La Ley General del Trabajo organizado por la Comisión de Trabajo del Congreso de la República. Es la oportunidad de poner como tema el problema sociolaboral y político que sufren los trabajadores autoempleados. Mencionado tema no puede quedarse en el debate virtual sino que debe ser parte de la agenda del movimiento sindical, la comunidad laboral y la sociedad política. De lo contrario, la propuesta Ley General del Trabajo (Asalariado) oscurecerá la demanda de millones de trabajadores autoempleados.

Finalmente, es justo y necesario democratizar el concepto de “trabajador” en el espacio político, laboral y cotidiano para que nadie quede en el baile de los que sobran. Y, sobre todo, a la hora aprobar leyes que sólo beneficie a un sector particular de trabajadores en nombre del universo inconmensurable de los autoempleados empobrecidos a nivel nacional.
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Populismo y Hegemonía. Laclau
Sindicalismo Sociopolítico. Anderson.
Sindicalismo Sociopolítico. Godio
Autoempleado como concepto sociopolítico. Rosales

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